La calavera de la Susona
Los judíos eran un colectivo oprimido en Europa durante la Baja Edad Media. En torno a 1480 un grupo de judíos tramaron una conspiración para desestabilizar el Estado y uno de sus cabecillas fue padre de Susona, Diego Susón. Los conspiradores se reunían en casa de Diego Susón para tramar la difusión de los planes, que incluían liberación de presos para que produjeran desórdenes, beneficiar el poder musulmán y llevar a cabo levantamientos violentos en las principales ciudades.
La leyenda cuenta que Susona era pareja de un caballero cristiano y por miedo a los cauces que estaba tomando la situación, le contó todo a su pareja. Él acudió al asistente mayor de la ciudad de Sevilla, Diego de Merlo, para informarle de lo que le había contado. Diego de Merlo acudió con tropas a una de las reuniones y arrestó a todos los judíos del grupo, que fueron condenados a muerte. El grupo lo formaban Diego Susón, Pedro Fernández de Venedera, Juan Fernández de Albolasya, Manuel Saulí, Bartolomé Torralba, los hermanos Aldalfe de Triana y unas veinte personas distinguidas de Sevilla, Utrera y Carmona, como mercaderes y escribas.
Susona sufrió un gran sentimiento de culpa por haber traicionado a su padre. Se confesó con el arcipreste Reginaldo Romero, que la bautizó. Posteriormente, se retiró varios años a un convento.
A su muerte dispuso en su testamento que su cabeza fuera colgada de la puerta de su casa, en el barrio Santa Cruz de Sevilla, para recordar a la gente su traición. La cabeza permaneció ahí, al menos, hasta el año 1600. En la actualidad un azulejo muestra la calavera.

